Lleva siéndolo tres años.
miércoles, 30 de marzo de 2011
Tres.
Nuestro amor no será de esos de los que hablan los libros. No bastará para movilizar ejércitos, ni dividir países, ni enfrentar familias. No aparecerá en los anales de la historia. No somos Romeo y Julieta, ni Tristán e Isolda, no somos Orfeo y Eurídice ni Sansón y Dalila. Pero no porque nuestro amor no sea grande y sincero, sino porque todos los grandes amores han acabado en tragedia. Nuestro amor no basta para mover ejércitos, pero mueve mi corazón, y es suficiente.
martes, 29 de marzo de 2011
Noche de luna nueva.
Me di cuenta de que era perfecto, era el momento perfecto en el que todo tenía sentido. Si había aguantado semanas enteras en la distancia, donde su ausencia me quemaba como un tizón encendido, era por momentos así.
Así que me vi en la obligación de enturbiar el silencio armonioso de la noche para decirte:
- Te quiero.
jueves, 24 de marzo de 2011
viernes, 18 de marzo de 2011
Luchar.
He estado luchando contra algo toda mi vida. La mayoría del tiempo fue contra mi misma, pero he de reconocer que las batallas han sido una constante dentro de mí.
Ahora no peleo contra nada y contra nadie, y me pregunto si he vencido o si perdí hace tiempo y nadie me ha avisado. El caso es que dejé de empujar, y eso a veces me hace sentirme culpable, aunque se me pasa si me siento un rato.
Supongo que todos hemos librado una lucha encarnizada en algún momento de nuestras vidas. En algunas se derrama sangre y otras solo lágrimas, aunque causan el mismo dolor. Al menos para mi sí.
Antes, había días en los que llegaba a casa, me metía en el baño y lloraba en silencio. Porque estaba cansada, porque no podía más y porque quería, me apetecía, me hacía falta. Pensaba que no podía enfrentarme al día siguiente a todo aquello a lo que me había enfrentado ese día: el sudor, el cansancio, los estudios, el baile, los amigos, los desengaños...
Luego vine aquí y lloraba porque echaba de menos mi ciudad y a las personas a las que quería.
Pero un buen día dejé de luchar, y dejé de llorar, y solo lloro cuando algo me falta.
O quizás gané.
¿Quién sabe?
jueves, 17 de marzo de 2011
domingo, 13 de marzo de 2011
jueves, 10 de marzo de 2011
Ellos
A veces pienso en el día en el que lo perdí todo.
Primero fue el abuelo y luego la libertad de moverme durante los días que aquella contusión contra la pared del pasillo me dejó postrada en la cama, sin otra visita que la de mis dos niños.
Luego fue la abuela, aunque casi me alegré de que no estuviera sola. Aun les echo de menos. A veces, todavía lloro cuando me acuerdo de ellos. En realidad, siempre. Cuando me acuerdo de los cabellos blancos y la sonrisa de él. De los ojos azules y cristalinos de ella. Pero se fueron. Ojalá algún día volvamos a estar juntos. Aún les lloro. Les lloro en este preciso momento, y no creo que deje de hacerlo nunca.
Luego se fueron los amigos. Amigos que pensaba que serían para siempre pero que me abandonaron en el peor de los momentos. Amigos, una palabra usada demasiado a la ligera. Por suerte, hay gente a tu alrededor que te sorprende y te apoya, y con la que estaré eternamente agradecida.
Algunos volvieron a veces. Pero me fallaron tantas veces que ya me quede sin amigos para siempre. Al menos de esos amigos con los que sales, vas al cine, te ríes y sueñas. Amigos con los que llorar.
Y me fui de esa ciudad sin amigos y con dos personas maravillosas de menos.
A veces pienso que nunca jamás volveré a ser la misma. Que he cambiado y me he marchitado por dentro hasta llegar a un punto sin retorno.
A veces pienso en el día en el que lo perdí todo. A todo, menos a ellos. Espero no perderles nunca.
Nunca.
martes, 8 de marzo de 2011
Río cuando puedo.
jueves, 3 de marzo de 2011
Él.
Caí en sus redes. Hace tres años, chispa más o menos.
El era guapo y amable, de esa manera que solo lo es la gente que no se da cuenta del atractivo que tiene. El gustaba sin querer, y la gente que gusta sin querer lo hace con más fuerza.
Pero sabía cuando te tenía de verdad presa. Te miraba con esos ojos líquidos y cuando te sonreía, se abría un paréntesis. Justo en las mejillas, como los amantes de las novelas. Y bueno tu... hacías lo que podías para mantenerte ilesa ante tal ataque. Yo hacía lo que podía, desde luego, pero no sirvió de mucho.
Lo cierto es que también era de los que no llamaban al día siguiente - y no me refiero al día siguiente de llevarte a la cama, claro. En realidad, era un romántico, pero de esos a los que tienes que empujar un poco para que te lo demuestren. Por eso, durante mucho tiempo, fue un ligón. Aunque no le guste reconocerlo. El fue un Don Juan y yo fui una Inés venida a menos.
Pero pasó el tiempo y todos nos enamoramos alguna vez.
Aún tiene los ojos líquidos y hoyuelos en las mejillas. Y unas manos grandes y suaves iguales que hace tres años, aunque ya no se muerde tanto las uñas. Aún tiene el pelo negro y aún me gusta tocarlo.
Aún atrae sin querer y eso es lo que más me gusta de él. Eso, y lo bueno que es en todo. Como te lo oculta, pero aún así tu sabes que no tiene maldad.
Me enamoré de él. Pero lo que más me gusta de todo, es que es valiente. Fue valiente para reconocer que, en realidad, el se enamoró primero.
Lo que pasa es que ninguno de los dos lo sabíamos.
martes, 1 de marzo de 2011
Líneas mágicas.
Recuerdo cuando escribía y la gente me leía. Cuando dejaba que el alma se me fuera por los dedos en forma de palabras, palabras que se escurrían por el teclado y se perdían por la red.
Dicen que si tienes algo que hacer, alguien que te ame y a quien amar, el resto de las cosas pueden esperar. ¿También esto? Pensaba que escribir para mí iba más allá del simple hecho de quejarme de mi desgracia. Me siento tan sumamente egocéntrica en este momento... Pero lo cierto es que sí, tengo no una, sino muchas cosas que hacer. Amo y soy amada, al menos eso me gustaría pensar. Pero pienso en lo que escribía antes, en el sentimiento que salía a borbotones de mis palabras. ¿cambiaría lo que tengo por lo que tuve?
No. Desde luego que no. Pero ojalá pudiera tener las dos cosas - ya que escribir cosas que en realidad no siento no entra dentro de mis opciones.
No podemos tenerlo todo en esta vida.
¿Habré perdido el talento?
Lo cierto y verdad es que nunca supe seguir los consejos.
Vivo tachando días en el calendario. Cómo si esperara un día concreto, un día en el que arrojarme a tus brazos y hacerte mío. Como si necesitara una meta hacia la cual dirigirme, un circulo rojo sobre un papel.
Se avecina un cambio.
No un cambio de imagen ni de pensamiento. Es algo grande, lo abarcará todo. Y he de reconocer que me da un poco de miedo. Supongo que por aquello de que no podemos evitar los cambios. Suceden sin más. Y de todos es sabido que odiamos lo que no podemos controlar.
Es absurdo...
Hay ropa en el suelo y una tarta de chocolate encima de la cama. Con forma de corazón. Una rosa de plástico se balancea al borde del lapicero y el sonido del resto del mundo me martillea la sien. Vivo desordenando y recogiendo, marcándome objetivos, metas y estúpidos propósitos que se que no voy a cumplir.
Espero que el día que descubra mi rumbo no sea demasiado tarde para enderezarlo. O para celebrarlo, quién sabe.
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