Cada vez lo odio más. Bailar. Bueno, no bailar, dar clases. Lo odio porque antes podía, y ahora solo quiero. Querer no es poder, querer es intentarlo, y cuando intentas algo te puede salir bien o te puede salir mal, siempre existe la posibilidad. Y mis quereres se quedan siempre en intentos, ahora más que nunca. A veces sale y cien no, y el público solo ve una, desde luego. Pero a mi no me importa el público, en realidad, ya no. Me importo yo, y yo estoy siempre presente, en los cien errores y en la tímida victoria.
Y ya no me merece la pena la lucha.
"Cien golpes por un beso no compensan"
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