martes, 21 de febrero de 2012

Jar.

Los días pasan lentos, tediosos, cansinos. Improductivos. Quizás en las primeras horas del día puede recogerse algo de provecho.
El resto del tiempo no es más que una pausada observación de la marcha de una hora tras otra. Sé que esta tranquilidad no durará mucho. Me gustaría poder guardar todas estas horas en un frasco, atarlas con un lazo y esperar. Y así, dentro de unos meses, poder recurrir al tiempo perdido. 
Dos horas de sueño.
Veinte minutos de risas.
Un día completo a su lado. Mejor dos. Mejor, veinte. 
¿Dónde irá todo este tiempo perdido? Quizás esté con un par de juegos de llaves, aquel libro que presté, la pulsera que me regaló él y varios cientos de horquillas y gomas del pelo. Puede que un día, al morir, nos encontremos con un baúl lleno de todo aquello que perdimos un día. 
La juventud. 
La inocencia. 
El talento. 
El miedo.
Y la vergüenza. 
Aquí estoy. He vuelto.
¿Me echabais de menos?
Yo sí.



jueves, 16 de febrero de 2012

Se acabó. No bastaba con talento y tampoco es que me sobre.
Ni siquiera puedo acabar esta entrada decentemente.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Bon voyage.

Dentro de los próximos doce días, decidiré un destino. Entonces, los 133 kilómetros que existen (siguiendo una línea) entre Córdoba y Málaga serán una minucia. Una vulgaridad. Y ¿quién sabe? cuando recuerdes este blog, quizá se llame '2300 km después', o '1890 km en línea recta' - aunque con el añadido pierda un poco de glamour.
Quizá me busque a mi misma a 1560 km de distancia, en avión sobre el mar, en una isla. Quizás nos encontremos a 1995 km por la carretera. ¿Qué nombre queda mejor? Quizás pueda convertirlo en un factor decisivo para tomar mi decisión. La palma se la llevan los 3212.3 km de aquí a Akureyri en Islandia, pero no, ese creo que no. Estoy bastante segura de ello. 
Y cuando nuestra distancia se mida en miles de kilómetros, en horas de avión, en países recorridos,en mares surcados o en grados descendidos... ¿Seguirás queriéndome, aún así?

domingo, 5 de febrero de 2012

No.

Esta soy yo y este era mi sueño. Al menos era uno de esos sueños a los que me aferré ciegamente hasta que casi acabó conmigo. 
Me gustaba, pero mentiría si dijera que no me consumía. Físicamente, sí, bueno, pero eso era lo de menos. Lo malo era como mermaba mi moral y como me hacía culparme y castigarme día tras día. Suena a melodrama, lo sé. Pero es la realidad. 
Tenía que existir una recompensa al final del camino. Pero no la hubo, no. Al menos, yo no la encontré. Terminó, sin pena ni gloria. 
No echo de menos bailar, porque bailo cuando quiero, en cualquier esquina, en cualquier rincón. A veces ni siquiera necesito música. A veces, ni siquiera necesito espacio. 
Desde luego echo de menos el compañerismo y las risas, pero se que no me ha abandonado, que los caminos vuelven a cruzarse cada vez que queramos, si queremos. 
Echo de menos el reconocimiento, sí. Quizás los aplausos. Quizás la adrenalina que te martillea la sien justo antes de pisar el escenario. 
No echo en falta el dolor, desde luego, ni siquiera el gratificante. No echo de menos el agobio, la falta de tiempo ni la victoria no conseguida, y en los últimos tiempos, era lo único que conseguía. Lo que echo de menos hace mucho que lo extraño, mucho antes de terminar mis estudios, mucho antes de que todo se terminara y me sentara aquí a escribir esto. Echaba en falta el ballet mucho antes de dejarlo. 
Dejé el conservatorio después de dedicarle diez años de mi vida. Dejé el ballet después de dedicarle catorce. ¿Que si lo echo de menos? 
Sinceramente no. 

jueves, 2 de febrero de 2012

Y al fin...

En lo único que podía pensar en medio de aquella vorágine de apuntes, nervios, dudas y sueño escaso era en que había algo más allá de todo aquello. 
En lo único que podía pensar es que después del esfuerzo, estaría esperándome. Que habría algo reparador al otro lado de tanto trabajo y tanto conocimiento inútil y absurdo que no tengo otro remedio que memorizar.
"Ya falta menos para volver a  estar juntos."
Es en lo único que puedo pensar. 

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