jueves, 3 de marzo de 2011

Él.


Caí en sus redes. Hace tres años, chispa más o menos.
El era guapo y amable, de esa manera que solo lo es la gente que no se da cuenta del atractivo que tiene. El gustaba sin querer, y la gente que gusta sin querer lo hace con más fuerza.
Pero sabía cuando te tenía de verdad presa. Te miraba con esos ojos líquidos y cuando te sonreía, se abría un paréntesis. Justo en las mejillas, como los amantes de las novelas. Y bueno tu... hacías lo que podías para mantenerte ilesa ante tal ataque. Yo hacía lo que podía, desde luego, pero no sirvió de mucho.
Lo cierto es que también era de los que no llamaban al día siguiente - y no me refiero al día siguiente de llevarte a la cama, claro. En realidad, era un romántico, pero de esos a los que tienes que empujar un poco para que te lo demuestren. Por eso, durante mucho tiempo, fue un ligón. Aunque no le guste reconocerlo. El fue un Don Juan y yo fui una Inés venida a menos.
Pero pasó el tiempo y todos nos enamoramos alguna vez.
Aún tiene los ojos líquidos y hoyuelos en las mejillas. Y unas manos grandes y suaves iguales que hace tres años, aunque ya no se muerde tanto las uñas. Aún tiene el pelo negro y aún me gusta tocarlo.
Aún atrae sin querer y eso es lo que más me gusta de él. Eso, y lo bueno que es en todo. Como te lo oculta, pero aún así tu sabes que no tiene maldad.
Me enamoré de él. Pero lo que más me gusta de todo, es que es valiente. Fue valiente para reconocer que, en realidad, el se enamoró primero.
Lo que pasa es que ninguno de los dos lo sabíamos.

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