martes, 22 de noviembre de 2011

Discutir.

He luchado contra él desde que le conozco. He luchado contra sus ojos líquidos y su pelo oscuro y esa forma que tenía que olvidarse de mi en el momento menos oportuno. Su forma de ignorarme me enloquecía, la manera en la que tiraba de mi para dejar en el filo del abismo, justo en el último momento. Sabíamos que tú y yo no íbamos a ninguna parte, pero estamos aquí, es martes y dentro de una semana será nuestro tercer aniversario. Increíble hasta lo absurdo, esa extraña  sucesión de acontecimientos que nos llevó a darnos la mano una fría noche de noviembre en la que parecía que nada podría irnos mal jamás.
En realidad salieron mal muchas cosas. La gente cree que todo es un lecho de rosas para los dos, que nunca discutimos y que todo son corazones y color de rosa. 
Discutimos, como todo el mundo, supongo. A veces está y a veces no está. Discutir no significa querer menos, solamente exigir más. Hubo un tiempo en el que las discusiones eran constantes, pero eso quedó atrás. Lo importante de una relación no es que todo sean flores y palabras bonitas. Es saber seguir adelante cuando las cosas se ponen más oscuras y tristes. Es permanecer a su lado aunque no haga falta cruzar una palabra. Es mirarle a los ojos y sentir que nada tendría sentido, sin él. 

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