martes, 29 de noviembre de 2011

Feliz 3º aniversario.

Sé que he escrito sobre esto hasta la saciedad. Pero no me canso.
Han pasado tres años. Tres años largos llenos de recuerdos hermosos y otros no tanto, pero que han servido para mantenernos unidos. 
Ni siquiera empezamos con buen pie. Nuestro primer beso fue el último día de aquel viaje de fin de curso y hubo que esperar mucho tiempo a que llegara otro, al menos otro que significara algo para los dos, y no sólo para mí. Te hiciste de rogar y al final fui yo la que acabó cediendo a tus pretensiones de amor, y no al revés. Somos el ejemplo perfecto de que, en el amor, no hay que perder la esperanza.
Nos conocemos de toda la vida, en realidad. Compañeros de colegio, de instituto y de clases de inglés, aunque tú no te acuerdes de mí, porque siempre fuiste una especie de sex-symbol adolescente y llamar la atención del sexo opuesto nunca ha sido mi fuerte.
Pero hay días en los que algo cambia, y de repente, empiezas a mirar a alguien con otros ojos y te preguntas como has podido vivir sin él todo ese tiempo. 
Al principio solo fui una de tus conquistas y ambos lo sabemos, un nombre más que sumar a una lista bastante considerable de rubias de ojos azules, de chicas impresionantes comparadas conmigo. Pero acabaste cayendo. Acabaste enamorado de mí y no sé a qué deidad tengo que agradecérselo, pero lo hago cada día de mi vida. 
Hoy he vuelto a recordar aquella noche. Era sábado, hacía frío. Yo llevaba un abrigo negro y unos guantes azules de lana y es todo lo que puedo recordar. Estábamos en aquel parque, y todo era extrañamente perfecto para estar sucediéndome a mí. Me lo habías hecho pasar tan mal apenas unos meses antes que resultaba irónico tu forma de mirarme. Como si todo en el mundo estuviera inclinado a que tu y yo estuviéramos allí, mirándonos a los ojos y sonriendo con timidez. 
Nos despedimos en una esquina y te marchaste hacia tu casa, y yo rumbo de la mía. Apenas entré por la puerta, el móvil vibró en mi bolsillo y un Te Quiero tuyo iluminó la pantalla. Era tu primer te quiero de verdad, el primero auténtico, el primero que se coló por mi pecho y se quedó a dormir esa noche dentro de mi corazón. 
Ya nunca pude sacarlo de ahí, lo sabes. Sigue dentro de mí y a veces ayuda  a mi corazón a latir. Sobre todo cuando estás lejos, como ahora, tan lejos que no puedo rozarte ni con los labios ni con las manos. Cuando compartimos solo unos minutos por la noche, que apenas nos dan para recordarnos que nos queremos. 
Pero, con todo, han sido los tres mejores años de mi vida. Es verdad que he perdido muchas cosas: amigos,  seres queridos, oportunidades y sueños. Pero tu has seguido a mi lado a cada momento. Sé, que si no fuera por tí, me habría quedado sola. 
Supongo que nunca podré saldar esa deuda. Tendré que quedarme contigo durante mucho tiempo.
Qué le vamos a hacer ;). 


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